Del Castillo de Pamplona
más de mil hombres salieron
mandados por muchú Brun,
el gabacho más perverso
de todos cuantos mandaron
el ejército extranjero.
Quedaron en San Martín,
de reserva, setecientos,
y los restantes llegaron
llenos de odio y veneno
para descargar sus iras
sobre este pueblo indefenso.
mandados por muchú Brun,
el gabacho más perverso
de todos cuantos mandaron
el ejército extranjero.
Quedaron en San Martín,
de reserva, setecientos,
y los restantes llegaron
llenos de odio y veneno
para descargar sus iras
sobre este pueblo indefenso.
A este pueblo de brigantes,
decía el jefe extranjero
que no quiere obedecer
al rey don José primero,
es menester castigarlo:
Lo hais de quemar todo entero.
Y los soldados franceses
impíos y sarracenos,
obedeciendo el mandato
se esparraman por el pueblo,
cogiendo por todas partes leñas,
pajas y sarmientos;
y en casa del vicario
el combustible metieron,
pues por la casa del cura
debía empezar el incendio.
¡Virgen de Ujué, madre mía!
¿Consentirás que este pueblo
que te adora y te bendice,
perezca pasto del fuego?
Así, dentro de la iglesia,
exclama un pobre viejo,
que por sus años no pudo huir
con los demás del pueblo.
Y la Virgen que a Navarra
le tiene amor verdadero,
al arcángel San Miguel
y a los ángeles del cieloles
mandó, todos a una,
volar encima del pueblo.
Y con las alas formaron
tan rebullicioso viento,
que no consiguió el francés,
a pesar de sus esfuerzos,
encender los combustibles
destinados para el fuego.
Furioso el jefe gabacho
mandó traer un puchero
de alquitrán de las calderas
del mismo Pedro Botero,
y mandó rociar las leñas
de ese betún,
que en lo negro mesmamente
parecía su alma y corazón perversos,
mientras que lleno de rabia decía
el muy sacrílego:
Veremos si ahora la Virgen puede
apagar ese fuego!»
Pero la Virgen de Ujué,
madre del navarro pueblo,
le llamó a San Sebastián,
el santo más milagrero
que hay después de San Fermín
y San Javier en los cielos;
y le dijo, que impidiese
a toda costa el incendio.
El Santo se apareció
todo vestido de negro.
Les entró a los franceses
un miedo tan grande al verlo
que escaparon como el alma
que lleva el diablo al infierno.
Y de entonces en jamás
nunca por Uxué volvieron.
Y si esto no es un milagro,
que venga aquí Dios a verlo!
Premín de Iruña