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lunes, 28 de octubre de 2019

De cuando me quedé huérfano de madre y de cuando te decían que por un pecadico de nada ibas al purgatorio.

Mi vida quedó marcada cuando tenia tres años. 
Una fatídica tarde de julio de 1956 noté un revuelo especial en casa. A mi madre le pasaba algo… y comenzó a venir mucha gente: médico, practicante, parientes, las mujeres del barrio, vecinos…
En medio de aquel tumulto, mi tía Joaquina, hermana de mi padre, me agarró de la mano y me llevó a su casa.

A los días de estar en casa de la tía me dijeron que mi mamá había muerto; que se había ido al Cielo y que ya no la iba a volver a ver nunca más…
Y es que mi madre traía en su vientre dos hermanicas, tuvo complicaciones a la hora del parto y la tuvieron que llevar a la Maternidad de Pamplona.
Sólo una de mis hermanicas sobrevivió al nacimiento. Mi mamá murió al traerlas al mundo… y la enterraron en Pamplona.

Mi padre viajó unas cuantas veces a la capital para visitar a la hermanica sobreviviente pero, al poco, ella también murió en la Maternidad…

Cada año, llegado el día de Todos los Santos, mi padre viajaba a Pamplona para visitar la tumba de mi madre... y la de mis hermanicas, a las que nunca conocí…
El tiempo fue pasando. Desde que quedé huérfano viví con la tía Joaquina. Mi padre acudía a estar con nosotros, a comer y cenar en casa de la tía y luego se iba a dormir a la casa donde nací y vivo ahora.

Llegado a los cinco años comencé a ir a la escuela como los demás niños y niñas de mi edad.
Recuerdo que desde el principio ya recibíamos lecciones de catecismo… y que empezaron a decirnos lo qué era estar o no estar en Gracia de Dios… a advertirnos del riesgo de morirse en pecado mortal… y de las terribles penas que pasaban los condenados al infierno…

 Foto: Almas sufrientes del Purgatorio






 
También nos dijeron que existía el Purgatorio donde los que habían muerto con pecadicos de poca monta debían pasar un tiempo hasta purificarse…

Decían que, al igual que en el infierno, allá en el Purgatorio también se sufría el calor de unas terribles llamas hasta que las almas quedaban purificadas…
Y que en ese terrible lugar, unos difuntos debían pasar más tiempo que otros dependiendo de cuantos pecados veniales había cometido cada uno...

Por si fuera poco, era creencia popular que si en este mundo cometías tres pecados veniales se convertían en uno mortal por lo que más de un niño pasó noches sin pegar ojo por miedo a morirse e ir al infierno para toda la eternidad.

Desasosiegos de huérfano: ¿Mi madre estaba en el Cielo o en el Purgatorio?
Creo que mi infancia no fue muy distinta a la de mis coetáneos, salvo que yo era consciente que ellos tenían mamá y yo no.
Y así fui creciendo. Tenía a mi padre y a la tía que dedicó toda su vida a cuidarme, desviviéndose por mí..
Yo los adoraba.. pero… a veces me dolía el alma como, por ejemplo, al oír aquella sentida canción mexicana que siempre ponían en la radio. Esa en la que un huérfano cantaba aquello de “pobrecita de mi madre con qué lástima murió”

Y también me dolió el alma cuando a mis siete años y a punto de recibir la primera comunión, una persona muy beata me aconsejó (con toda la buena (¡!) intención  del mundo) que debía rezar siempre por mi madre...
De inmediato se encendió en mí una terrible incertidumbre: ¿Es que mi madre estaba en el Purgatorio? ¿Es que mi madre necesitaba de mis rezos para salir de él? 

Fue la tía Joaquina quien me sacó de dudas: No debía rezar “por” mi madre, sino “a” mi madre, ya que ella estaba en el Cielo… con mis hermanicas…  Ellas podían interceder por mi y mis seres queridos y yo pedírselo en mis rezos.

En esto de rezar por las almas de los difuntos era (¿y es?) muy común encargar al cura que dijera unas misas (previo pago de un estipendio) para así acortar la estancia en el purgatorio de tus seres queridos.

La novena a las almas del Purgatorio.
Cuando llegaba noviembre y el día de difuntos, los niños, también solíamos ir al cementerio de Ujué… Allí veíamos a gente llorando: a unos delante de unas sepulturas, a otros delante de otras... pero, como ni mi madre ni mis hermanicas estaban en este cementerio…

Luego, a las tardes y hasta el 10 de noviembre, se celebraba en la iglesia (y se sigue celebrando) la novena a las Benditas almas del Purgatorio.

Allá, detrás de los bancos y delante del coro, plantaban el catafalco que era un enorme mamotreto, revestido de enormes telas negras con ribetes dorados, sobre el que ponían un ataúd negro.
El túmulo estaba rodeado por seis grandes portacirios, también de color negro…
Las llamas de los gruesos hachones iluminaban temblorosamente aquel conjunto y su entorno, mientras el olor a humo y cera derretida se adueñaba de toda la iglesia.
Se decía que el catafalco y su ataúd vacío representaban la tumba de todos los fieles difuntos.

En las lecturas de la novena se relataban los padecimientos que pasaban las almas del purgatorio y nos decían que con nuestros rezos (y misas dedicadas) podíamos aliviar y acortar su estancia en aquel lugar…
Los cánticos que entonaba el coro de la parroquia eran tétricos, y de entre todos uno al que llamaban "Los lamentos de las almas del purgatorio".

En la parte final de cada día de la novena, el clero bajaba ceremoniosamente hacia donde estaba el catafalco...
Párroco y coadjutor, coro y fieles cantaban aquel responso final que, al son de aquella música y con aquellas palabras misteriosas en latín, encogía el ánimo…

Los sacerdotes acababan asperjando agua bendita hacia el catafalco e incensándolo (rodearlo con humo de incienso) por sus cuatro costados.

Al acabar la función ya había anochecido. Y salíamos a la calle abrumados.
En nuestra alma infantil sentíamos el temor y la impresión de que había que ser muy, pero que muy santo para no tener que pasar por el purgatorio… ya que por cualquier pecado venial… podías acabar allí, en aquel lugar de sufrimiento…
Como decía el cura, no quedaba otra que arrepentirse (¿de qué?), ir a confesar nuestros “pecados” y rezar, rezar y más rezar...
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Otro enlace de interés:
- Sobre todo lo concerniente al viatico, muerte, funerales y misas encargadas por las familias en recuerdo de sus difuntos pinchando aquí
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