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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Los reyes de Navarra y la cetrería según Juan Iturralde y Suit.

HALCONES. CETRERIA
En un anterior post hablamos de una serie de artículos de Juan Iturralde y Suit sobre la caza en Navarra en tiempos pasados en el que mencionábamos las monterías de nuestros reyes en las que se utilizaron hasta leopardos en la caza de venados y jabalíes. (Ver aquí)

Ahora volvemos a leer al mismo maestro hablando de otro tipo de caza: La cetrería.
La cetrería es el arte que utiliza aves rapaces para capturar otras aves u otras piezas de pequeño tamaño tal como liebres y conejos.

Halcón común

Al parecer este modo de caza fue introducido por los visigodos aunque desde la antigüedad ha sido un arte muy extendido por todo el Oriente Medio.
Actualmente la cetrería con águilas todavía es practicada por los pueblos nómadas del Asia Central.
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La caza de osos, jabalíes y venados exigía poner en practica estratagemas similares a las de la guerra. 
La utilización de leones, leopardos y guepardos en la caza mayor era signo del poder y distinción de la realeza, único estamento que podía permitirse ese lujo.

En lo referente a la caza menor, el sello de distinción, elegancia y prestigio lo daba la posesión y utilización de aves rapaces ya que su adquisición, adiestramiento y mantenimiento resultaban de alto coste económico.
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LA CETRERÍA EN NAVARRA SEGÚN ITURRALDE Y SUIT
La totalidad del siguiente texto está tomado de "La caza en Navarra en tiempos pasados" obra del insigne escritor e historiador Juan Iturralde y Suit. 
Los grabados los he tomado de Internet.


La cetrería constituía en la Edad Media un arte de gran importancia, aunque conocido ya desde la más remota antigüedad:
Los señores acudían, no solo a la caza sino a las ceremonias y actos públicos, con el azor o el halcón sobre el puño como símbolo de su alcurnia y poderío; era como la espada, un signo de nobleza que se llevaba hasta en la guerra.

En una gran parte de Europa, cuando comenzaba el combate, el caballero entregaba a su escudero el ave de rapiña, y volvía a cogerla después de terminada la lucha.
Si el señor caía prisionero las caballerescas leyes de aquella época le prohibían enajenar el ave ni aun para pagar su rescate: en tal caso debía darse libertad al halcón.

Era éste considerado como noble entre los volátiles, teniéndosele por superior al águila y al buitre, y todo hidalgo, cazara o no, mantenía algunos de esos pájaros como signo de distinción.

El precio de los halcones era elevadísimo en la mayor parte de los países, pues no era raro el importarlos de tierras tan lejanas como Marruecos, Suecia, Turquía, Islandia, etc.

En 1353, el Gobernador de Navarra mandaba pagar a Ochoa de Juan Caraz y Miguel Sánchez de Ursua, por un azor hallado en el monte de lbarrola, lo siguiente:
«Por guardar el nido 10 sueldos, por subir al árbol 5 sueldos, por los gastos de traerle 15 sueldos, total 30 sueldos.» (Cajón 12, num. 0.)

El Infante D. Luis (hermano del rey Carlos II) hacía en 1361 que su tesorero pagase a Pedro Sanz (dicho Moiso) cazador y morador en Valcarlos, «por 4 azores primos, de tres nidadas, lo que era acostumbrado constando por la carta de pago del Cabezalero de Pero Sanz, que se entregó por cada azor 12 sueldos, y al que buscó y guarda los nidos «por cada nido un cahíz (cuatro robos) de trigo estimado en 10 sueldos, y al que subió en las fayas (hayas) y descendió dos nidos por cada uno 5 sueldos.» (Caj. 14, núm. 1U).

El mismo infante mandaba pagar a Sancho de Elizamendi (dicho Escás) cazador morador en Baztán, un azor, y a Sancho Martínez de Oroz, escudero, dos azores, uno primo y otro torzuelo.

Algunos años después, en 1383, el Rey de Castilla regaló a Carlos II de Navarra dos halcones, y este monarca entregó cincuenta florines a los dos hombres que los condujeron. (Caj. 47, n.° 95.)

A pesar de que las leyes navarras castigaban, según hemos visto en el Fuero General, a los que destruían los nidos de tan preciadas aves, parece que «se tomaban huevos de los nidos para hacerlos sacar (incubar) a las gallinas, y donde no hallaban huevos ballesteaban los nidos y los echaban, por lo cual estaban «totalmente destruidas todas las raleas de las dichas aves de rapiña.»

Para evitarlo, los Reyes navarros trajeron mudas de azores y halcones de Irlanda y otros sitios y los hicieron echar en las montañas con objeto de que se multiplicasen.
El mismo D. Carlos III el Noble, enviaba a buscar halcones a Barcelona, a las Landas de Burdeos y a otras comarcas distantes de Navarra.



Ya hemos visto que el Rey de Castilla regaló al de Navarra dos halcones. Esta clase de presentes su consideraban como verdaderamente regios y los más valiosos que hacerse pudieran si las aves estaban amaestradas con esmero.

Cuando el Conde de Nevers, hijo del Duque de Borgoña Felipe el Atrevido, fue hecho prisionero en la batalla de Nicópolis (año1396), el Sultan Bayaceto le mostró su tren de Caza, en el cual se contaban siete mil halcones e innumerables monteros.
Al saberlo el Duque de Borgoña se procuró doce halcones blancos, aves rarísimas, y las remitió á Bayaceto, quien de tal modo apreció el obsequio, que en agradecimiento puso en libertad al hijo del Duque francés

Según el Libro del Rey Modus, antes nombrado, tan nobles se consideraba a los halcones, que nunca se empleaba para una de estas aves los utensillos y la vajilla que hubieran servido para otra, y en cuantos objetos se les destinaba mostrábase un lujo incomprensible; 

El guante sobre el cual se colocaba al pájaro se empleaba para él exclusivamente y era un precioso objeto de orfebrería: la caperuza que cubría la cabeza del halcón para impedirle ver cuando no cazaba, solía ser bordada con oro y perlas y adornada con plumas de aves del paraíso.

Cada halcón llevaba en las patas dos cascabeles donde se grababan las armas de su dueño; estos cascabeles o campanillas generalmente fabricados en Italia, y muy particularmente en Milán, producían un sonido agudo, que indicaba la dirección tomada por el ave, cuando por los accidentes del terreno o la altura a que se había remontado no era posible distinguirla.

Poníanse también a los halcones unas correas en las patas, cuyo objeto era atarlos a la percha donde reposaban habitualmente; en la extremidad de ellas colgaba una anilla de cobre o de oro, en la cual se grababa el nombre del dueño. Esto se hacía para que pudiera devolverse a aquel el ave, si como sucedía algunas veces, el halcón llegaba a extraviarse.


Para demostrar la importancia que se daba á la educación o amaestramiento de esas aves, recordaremos que, según dice en sus Memorias el Mariscal de Fleuranges, el gran Halconero de Francia, uno de los cargos más importantes de aquel reino, cobraba en tal concepto una asignación de 4.000 florines de oro, o sea 80.000 francos de la moneda actual aproximadamente. 

Dicho funcionario tenía bajo sus órdenes a 50 nobles y 50 halconeros, que percibían un salario de 600 y 200 libras respectivamente; Su tren consistía en trescientos halcones y disfrutaba de numerosos privilegios, entre otros el de cazar en todo el reino, el presentarse en las ceremonias públicas con el halcón sobre el puño, y el que durante las cacerías el Rey no soltara el halcón sino después que él hubiera soltado el suyo.

La cetrería tenía su tecnicismo especial y su época de mayor brillo y apogeo fue el siglo XIV. Tan extendido estaba este arte, que en todas las posadas se hallaba gran número de perchas, para que los cazadores que se detenían a descansar colocaran sus halcones.

La enseñanza y amaestramiento de estas aves requerían una paciencia, y una habilidad especiales, siendo verdaderamente sorprendente el trabajo que se imponían los halconeros hasta conseguir que aquellos animales, de instintos fieros y salvajes, obedecieran al silbido, al gesto o a la voz de su amo.

En general, los halcones machos se destinaban a la caza de la perdiz y de la codorniz, y los hembras á la de liebres, milanos, grullas, etc.
El modo de enseñarles a perseguir y cobrar la caza era análogo al que se emplea actualmente con los perros; pero para amansarlos se les privaba del sueño y se les trataba con dulzura.

Los Reyes y Príncipes navarros, que como ya vimos miraban con especial interés cuanto se relacionaba con la cetrería, tenían entre su servidumbre uno o más halconeros, respecto de cupos salarios y otros detalles más o menos curiosos nada decimos por no prolongar demasiado estos apuntes.

A principios del siglo XVI el arte de la cetrería empieza a declinar por efecto de la modificación que en esa época sufren las costumbres de la nobleza, y quizá también por la vulgarización de las armas de fuego.
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UXUE: UN FRESCO DEL SIGLO XIV REPRODUCE UNA ESCENA DE CETRERÍA.

Este fresco medieval está realizado sobre la pared izquierda de la nave gótica junto al coro de  la iglesia fortaleza de Santa María de Uxue.
En la foto el fresco aparece tal como se le puede ver ahora tras su restauración. Sobre el hombro del primer caballero se ve un halcón en vuelo.
El fresco es obra de Martinet de Sangüesa y fue realizado hacia la primera mitad del siglo catorce.

ITURRALDE Y SUIT REPRODUJO EN 1880  LA ESCENA DE LOS CABALLEROS EN UN DIBUJO.


Este es el dibujo que Juan Iturralde y Suit hizo de este singular fresco medieval de Ujué. Aparece  en el diccionario de Pedro Madrazo del año 1886 en el capitulo en que se habla de nuestra villa.
Más información sobre este fresco pinchando aquí
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