Cuando éramos unos mueticos y todavía no se habían abierto ni
retirado los tabiques que cerraban el Paseo de Ronda de la iglesia de Ujué, no
nos atrevíamos a pasar del fondo de la balconada gótica hacia adentro ya que todo era
oscuridad y allá había unos pasillos y unas puertas misteriosas que nos infundían pavor…
De mueticos no nos atrevíamos a sobrepasar los limites del claustro. Adentro todo era misterioso. |
Los muetes mayores
que nosotros decían que, si te atrevías a ir más allá de la balconada y entrar en la zona oscura, profunda y misteriosa, te encontrarías con "un hoyo mucho pero que mucho hondo" lleno de huesos que relucían en la oscuridad.... y nos contaban historias terroríficas como la de los esqueletos que encontraron allí con la piel apegada y momificada…
Los chavales más
grandullones solían atreverse a
sobrepasar la balconada y entrar en la zona oscura llena de tabiques y recovecos.... pero de repente salían corriendo dando gritos como si alguien los persiguiera y los más pequeños huíamos despavoridos…
Los mismos mocetones nos
contaban historias como la de uno que se atrevió a entrar hasta adentro del todo pero que se le quedó la camisa enganchada a un
clavo y que se murió de terror….
Estos recuerdos
infantiles son de cuando no tenía más de cinco o seis años, allá a finales de los años 50...
Y ¿por qué me he
acordado de ello ahora?
Pues porque, mira
por dónde, hurgando por la hemeroteca digital
del ABC de hace cien años, me he encontrado con este cuentico donde se relata una historia casi
parecida a la del enganchado en el clavo, en un sucedido que dicen que le
ocurrió al sastre de Lerga en uno de sus viajes a Ujué….
El cuento es como sigue:
El cuento es como sigue:
EL SASTRE DE LERGA
Cuéntase que a un sastrecillo de Lerga (Navarra) que iba a
coser a Ujué, hízosele de noche en el camino.
Próximo ya al pueblo a donde se dirigía, hubo de
enganchársele la capa en una de las numerosas zarzas que bordeaban el camino
con lo que el hombre, presa de horrible pánico, quedó sujeto toda la noche pues
ni se decidía a abandonar la pañosa ni tenia tampoco valor para volver la cara
y disputar la prenda al nocturno asaltante.
-Señor no me haga daño,
suélteme que yo prometo no denunciarle, ¡Por favor! ¡Por lo que más quiera! ¡Que la capa no vale nada!.. Señor déjeme
usted que soy sastre de Lerga y voy a coser a Ujué….
Pero nada, la zarza no hacía caso de lamentaciones ni de
aleluyas.
Al amanecer, el tímido sastrecillo volvió un poco la cabeza,
y refieren que al advertir que el ladrón no existía, accedióle tal acceso de
furia que a haberlo sufrido unas horas antes se hubiera evitado estar toda la
noche preso en una zarza.
Y arrancando con violencia su capa de los pinchos y púas que
la sujetaban, continuó su camino murmurando:
- Si en vez de zarza hubiera sido un hombre… ¡en este momento
le rompo la cabeza!
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Sastres medievales en pleno trabajo |
Versión ujuetarra de este cuento.
Blanca Berrade Ayesa, uxuetarra seguidora de este blog, me envía una versión de este cuento tal como se lo oyó a sus padres:
Blanca Berrade Ayesa, uxuetarra seguidora de este blog, me envía una versión de este cuento tal como se lo oyó a sus padres:
Iba un sastre de Ujué
a Lerga, su pueblo, y en el camino se le hizo de noche. Iba cagau de miedo, de
repente notó que alguien le tiraba de la capa y se quedó quietico sin moverse
en toda la noche.
Ya cuando amaneció fue volviendo
la cabeza despacico. Seguía cagau del susto, cuando con la luz del alba vio que era una zarza lo que se le había
enganchau. Entonces se vuelve todo tieso, saca las tijeras, la corta y dice :
- ¡Si es un hombre... lo mismo!
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