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domingo, 8 de noviembre de 2020

La carta que me ha hecho llegar otro uxuetarra.

Hoy transcribo aquí una carta que me ha hecho llegar Alfonso Iriarte Landarech. 
Alfonso es un ujuetarra enamorado de su pueblo. De los que aman la historia de nuestros ancestros. 
De los que saben el porqué, el cómo, el cuándo y el por quién de nuestro conjunto monumental. 
Él fue uno de los que me influyeron en esto de hurgar en nuestra historia desde mis tiempos de mozalbete.

En la foto: Alfonso Iriarte Landarech

Alfonso conoce muy ben el devenir de la labranza y el vivir de los de Ujué, Lo de la venta de los campos (muchos vendieron hasta la casa) para poder comprar piso en Pamplona...   lo de que otros muchos nacidos en la capital conservan en el pueblo la casa de los padres y las cuatro "churricabias" de fincas que al emigrar no se pudieron vender. 

Y es que Alfonso, de hondas raíces uxuetarras, fue secretario de Ujué durante mucho, pero que mucho tiempo, hasta que hace casi veinte años se jubiló por edad.
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Últimamente sé que un joven uxuetarra que vive en Pamplona, pero que tiene unas tierricas en el pueblo (donde de vez en cuando elabora un producto relacionado con el bosque, tradición que en pocos pueblos de Navarra mantienen) quería adquirir mas tierras para dedicarse a otra novedosa actividad agropecuaria..

Este joven que yo conozco se ha encontrado con dificultades. Puede que sea ese que Alfonso Iriarte ha bautizado con el nombre de Saturnino...

Alfonso dice que Saturnino es de un pueblo de la Zona Media, o Navarra media... y en nuestra zona hay más pueblos que Uxue.
Así que confesaré que en nuestra Zona Media (y en toda Navarra) habrá unos cuantos jóvenes que estén pasando por circunstancias parecidas a las del "Saturnino" que Alfonso Iriarte retrata.

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Sin más, ahí va la carta de Alfonso Iriarte Landarech:

SATURNINO Y EL PUEBLO.

En un lugar de la Navarra media, no hace mucho tiempo que vivía una familia dedicada a la labranza de sus tierras con entrega y dedicación a su arduo trabajo campesino.

Un buen día la familia, atraída por la industrialización creciente y prometedora, optó por vender los campos que pudo y marchó a vivir a la capital.
Los demás campos residuales quedaron sin trabajar, pagándose religiosamente la contribución rústica como pastos e integrados en las corralizas de hierbas del municipio así como en su coto de caza. 

Los hijos siguieron conservando con cariño la casa de sus mayores, pagando la contribución, el servicio de aguas, la recogida de basura, la luz , el seguro, etc. 
Pero la vida da muchas vueltas y hoy un hijo de la familia llamado Saturnino, el pequeño, quiere habitar la casa y cultivar los campos familiares residuales con novedosos cultivos . Pero Saturnino no lo tiene fácil 
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En primer lugar, parece que no le dan con facilidad la cédula de habitabilidad de la casa donde se crió su familia numerosa. 
Normas rígidas que implican desconocimiento de la realidad de los pueblos. 
En segundo lugar, también parece que tiene dificultades para que la Administración le dé permiso para poner en cultivo los campos de la familia que un día quedaron incultos. 

Además, el mejor campo, llamado el del Barranco, va a ser difícil “traerlo a mandamiento” pues puede inundarse ya que no le dejan sanear dicho barranco, hoy con maleza abundante y creciente. 

Y, por último, para hacer una explotación viable, Saturnino estaría dispuesto a comprar los campos de aquella zona que también un día quedaron sin cultivar, pero desconoce la extensión de los mismos y a quién pertenecen. 
Los polígonos, las parcelas y sus propietarios se reflejan muy bien en el catastro, que siempre se ha consultado por los vecinos y los interesados. Pero en la actualidad no se le permite consultar el catastro por un absurdo de la Ley de Protección de Datos. “Dura est lex...”.

Al final Saturnino, que sufre contemplando la España vacía, tendrá que volver a la capital, aburrido por estos y otros inconvenientes y las tierras quedarán a perpetuidad como “campos de soledad, mustio collado”, que decía el lustre poeta Rodrigo Caro.

Alfonso Iriarte Landarech.
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Bueno, leído lo que Alfonso dice, sólo nos queda meditar... Y pensar si lo de nuestra Navarra vaciada tiene remedio sin que se haga un esfuerzo en muchos órdenes, incluido lo legislativo.

¿Tendremos que padecer una crisis (climática, de contaminaciones químicas, de escasez de energías fósiles, de pandemias) cosas que van a influir y poner muy caro eso de traer alimentos y bienes de consumo desde lugares lejanos? 
¿Será tarde para que nuestros gobernantes se den cuenta que es primordial potenciar la producción y el consumo de productos naturales y de cercanía que sólo en el medio rural se pueden producir?
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