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lunes, 21 de octubre de 2013

Ujué siete meses después de acabar la última guerra carlista.

Nuestro pueblo visto por un forastero que vino a cazar en 1876.
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De vez en cuando suelo hurgar en el portal de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica (enlace aquí) buscando cosas relativas a Ujué, nuestro pueblo.
Esta vez he encontrado en “El Eco de Navarra” una sabrosa carta al director entre las página 2 y 3 de la edición del día 25 de octubre de 1876.
Habían pasado siete meses del final de la guerra
Carta que me ha hecho recordar lo que José María Iribarren cuenta en uno de sus libros (Entre Burlas y Chanzas, pagina 126) :

"que terminada la segunda guerra civil se formó en Ujué un serio foco de criminalidad que tardó mucho en extinguirse ya que el pueblo estaba lleno de matones y jácaros (fanfarrones) procedentes de las disueltas partidas liberales".
Las bravuconadas de los fanfarrones (sobre todo si son los ganadores de una guerra) ya sabéis como sientan en los vencidos y qué puede ocurrir si además tener un arma de fuego era cosa más que frecuente.

Otro apunte histórico antes de que leáis la carta:
El medio donde se difunde es el "Eco de Navarra" que se define a sí mismo como "liberal".
Para entender en qué ambiente se escribe dicha misiva, diré que no hacía ni un año que en Navarra y Vascongadas se había dado por terminada la última guerra carlista (noviembre de 1875).
En Uxue todavía quedaba una compañía de soldados del ejército ganador (unos cien hombres) cubriendo funciones de orden público tanto en la villa como en los campos.

No se sabe en qué proporción, pero la población de Ujué se hallaba dividida entre ganadores y vencidos.
Lo dice el remitente de la carta:
"Pocos días antes de que llegara a nuestro pueblo, murió de un tiro un joven que había luchado por el pretendiente carlista  y poco antes había muerto de la misma forma otro mozo que había luchado en "la contra guerrilla"
 (Parece que este primer muerto era de los llamados "peseteros" fuerzas auspiciadas y pagadas por la diputación y el gobierno central) .

Se ve que el escritor de la carta era forastero pero que conocía bien el pueblo y sus gentes.
Era cazador, Y amante del nuevo orden de cosas, del ejército español y de la guardia civil.
Y quejoso de que los vecinos de Ujué cazaran furtivamente (a lazo y con hurón) y no dejaran ni perdices ni conejos en los campos, en perjuicio de forasteros como él, que venían a ejercer su afición y se quedaban a dos velas.

Recordad que la caza furtiva fue en Uxue un recurso de supervivencia de las clases pobres y esquilmadas para poderse llevar algo a la boca en el duro día a día. 

Seguidamente reproduzco la carta. Leedla con atención. 
El autor demuestra ser de clase instruida y acomodada. Su manera de escribir es brillante.
Aparte de descubrirnos su punto de vista respecto al orden público en nuestras calles, destila sorna e hiriente humor al hablar de los pocos días que llevaba en el pueblo.



Sr Director de EL ECO DE NAVARRA.
Ujué 23 de Octubre de 1876.
Muy Sr. mío y estimado amigo:
Como V. no habrá estado en este pueblo y es muy probable que no piense venir por aquí, bueno será que le diga el aspecto que presenta.
Ujué visto desde Olite, tan cerca se encuentra del cielo que parece un negro nubarrón de esos que adquieren formas caprichosas.
Observando de los barrancos que le rodean se asemeja a un inmenso nido de águilas, y mirando de las montañas vecinas y desde los puntos en que se dibujan las siluetas de los edificios, hace el mismo efecto que un castillo formado con fichas de dominó sobre un gran pilón de azúcar. 
Desde el momento que el viajero penetra dentro de él se encuentra casi con los mismos edificios, las mismas calles y las mismas personas que en la mayor parte de los pueblos de la Ribera que tienen una situación geográfica parecida. 
Ujué, sin embargo, tiene algo que no poseen los pueblos que se le asemejan. Ese algo es una Virgen a la que profesan gran devoción, no solo los vecinos de esta localidad sino los de los pueblos inmediatos, y es tal el fervor y tantos y tales los milagros que de la Virgen se refieren, que se hacen promesas y se cumplen viniendo descalzos los devotos hasta el Santuario, y a veces andando de rodillas distancias fabulosas sobre un camino que, más que tal, parece una heredad sembrada por zapateros según las piedras que en el trayecto encuentran.

Los vecinos de Ujué están ya calificados; y por consiguiente inútil que le explique a V. cuales son sus inclinaciones. Sin embargo, esta gente al separarse de las próximas montañas que rodean su pueblo, rezan fervorosamente una salve para que nada malo les suceda en la expedición. 
En el pueblo hay cuatro cuadrillas de mozos, y no sé si para contener a éstas en caso de que salgan de las prescripciones legales, o para restablecer el orden si el vecindario quisiera alterarlo, está acantonada una compañía del regimiento de Valencia, cuyo jefe cumplirá fiel y estrictamente su misión, pues me consta que es hombre enérgico, pero estoy convencido que más que esta fuerza se necesita en pueblos de esta naturaleza, media docena de guardias civiles, pues ejercen mayor influencia moral y son mas temidos y por consiguiente respetados que la tropa de línea. 
El lunes fue muerto de un  tiro un muchacho que había servido en las filas del pretendiente; hace algún tiempo mataron a otro de las extinguidas contra-guerrillas.
Como los muertos violentamente son todos guapos e infelices, éste era infeliz y guapo según me han dicho. 
No he querido preguntar la causa del asesinato, primero porque no me la habían de decir, y segundo porque conozco a esta familia y sé que pegan un trabucazo porque sí.
Creo que V. señor Director habrá oído decir que en Ujué hay mucha perdiz, que es el paraíso de los cazadores: pues bien, yo le aseguro que lo que hay es mucho lacero que a ciencia y paciencia de la autoridad, según me dicen, están aniquilando la caza como creo que están extinguiendo la pesca del río de Pamplona a los pescadores de profesión con redes de mallas no permitidas por la ley.  
Creo que hemos llegado a la época de cortar estos abusos y me figuro que no estaría de más el que nuestra autoridad superior civil pasara un "recadito" de atención al señor Alcalde de este pueblo, exigiéndole bajo su más estricta responsabilidad el que no se cacen las perdices con lazo ni conejos con bicho  y que igual encargo se hiciera al capitán, pues estoy seguro que cumplirá bien su cometido. 
Los días que llevo de estancia en este pueblo han sido desabridos y malos, pues un fuerte y violento viento nos impide salir de caza durante el día, y por la noche no es posible recorrer las calles, primero porque el capitán de la compañía prohíbe transitar sin farol y yo no tengo, y segundo porque si lo tuviera temería andar a farolazos. 
Fuera de la muerte del lunes y de que recibe un tiro el que transita sin farol; de que dos cuadrillas son en un pueblo una calamidad y aquí hay cuatro, y de los instintos de parte del vecindario; fuera de esto, repito, Ujué es el pueblo mejor, y mas tranquilo del mundo y por el que se puede pasear el forastero sin cuidado alguno.
Suyo X,
El escrito aparece a caballo entre las páginas 2 y 3 de "El Eco de Navarra" del miércoles 25 de octubre de 1876. 
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En este otro enlace se reproduce otra carta sobre Ujué escrita por otro señor y publicada nueve años más tarde en el "Lau-buru" (otro periódico de Pamplona) en la que se habla de que "comparando con lo de antes" se notaba un ostensible cambio "para bien" en la población.
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