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miércoles, 1 de octubre de 2008

Olite, Ujué, romería prohibida por un Obispo y funeral a un Rey .Por Ángel Jiménez Biurrun


De cómo los olitenses desobedecieron al Obispo y subieron a Ujué con la excusa de hacer funerales a Felipe II(Felipe IV para los navarros)
El siglo XVI fue una época de importante influencia religiosa. Las gentes de los pueblos, no contentas con demostrar normalmente su fe, también organizaban procesiones extraordinarias, rogativas y largas romerías.
Por la escasa contención que los paisanos demostraban en comidas y refrigerios, el obispo de Pamplona prohibió las romerías que sobrepasaban la distancia de media legua, mandato que no agradó a la, entonces, villa de Olite que tenía por costumbre acudir al santuario de Ujué.

Al ser competencia del Regimiento municipal, y no de las parroquias, el Concejo y los vecinos de Olite se reunieron a toque de campana en la casa de la villa para tratar sobre la romería prevista para el día 25 de abril de 1583, fiesta de san Marcos, peregrinación que superaba la distancia marcada por el obispado.
En la sesión estuvieron presentes el alcalde y juez de ordinario, Juan de Basurto, los regidores Juan de Ripalda, Diego Gómez, Juan de Arguedas, otros concejales y más de medio centenar de vecinos. Manifestaron en asamblea que Olite iba a Ujué desde tiempo inmemorial. Acordaron apelar al obispo para que autorizara la romería, pero el prelado desoyó la reclamación y el desconcierto continuó.

El 13 de septiembre de 1598 moría en el monasterio de San Lorenzo el Real el rey Felipe II, Felipe IV para los navarros. La noticia llegó a Olite el día 21 a través de una carta recibida por el Regimiento como cabeza de una de las cinco merindades del reino de Navarra. Siempre había sido costumbre preparar exequias a la muerte de los monarcas.

Por la devoción que los de Olite tenía a la virgen de Ujué y para dar mayor relieve al velorio real, el Concejo y el Cabildo de Olite desobedecieron al obispo sobre la disposición de las romerías y su distancia y acordaron preparar en Ujué un funeral por el alma del monarca.

En nombre de la villa cabeza de la Merindad se envió a Ujué un aviso del licenciado Miguel Juan de Santander en el que convidaba al Cabido y capilla del santuario ujuetarra a las exequias fúnebres que se iban a celebrar en su iglesia de Santa María por la muerte de Felipe II.
El Regimiento olitense contrató tres arrieros y siete bestias de carga para transportar un equipaje de capas, mazas y estandartes perteneciente a los clérigos de Olite, así como instrumentos musicales y otros utensilios de los cantantes que iban intervenir en la ceremonia.
Al toque de la campana del sábado 7 de noviembre, partió de Olite la comitiva de cantores, músicos, cabildo, frailes de san Francisco y san Antón, predicador, alcalde, justicia, regidores de la villa y fieles del pueblo. Las honras fúnebres se prologaron ni más ni menos que tres días, de sábado a lunes.

En el santuario de Ujué se organizaron preparativos extraordinarios. Se construyó un gran catafalco, cantaron vísperas y celebraron misas solemnes con sermón. Pocas veces se conoció culto a la Virgen con tanta solemnidad y, además, en tres jornadas consecutivas. Terminada la ceremonia, las autoridades y el pueblo acompañante regresó a Olite, donde les recibió el vecindario que no había subido hasta la sierra.

Artículo publicado en La Voz de la Merindad y reproducido aquí con permiso de Angel Jimenez Biurrun, su autor.
Aunque en el documento en que se menciona este suceso aparece unicamente la palabra UXUE al referirse a nuestra Virgen y nuestro pueblo, el autor del artículo ha usado la variante actual de UJUÉ.