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viernes, 4 de diciembre de 2015

Exvotos y milagros en Ujué.

La Real Academia Española de la lengua dice que la palabra exvoto viene del latín y que significa “por voto”.
El exvoto es un don u ofrenda (una muleta, una mortaja, una figura de cera, cabellos, tablillas, cuadros, etc) que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos en señal y recuerdo de un beneficio recibido, y que se cuelgan en los muros o en la techumbre de los templos.
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Dos exvotos muy antiguos de Uxue son el ara dedicada a Júpiter y el ara dedicada a Lacubegi por Celio Tesfhoro y Festa y Telesinus en época precristiana. Ahora están en el Museo de Navarra. Más información aquí.

Y un exvoto muy moderno: La maqueta de un pesquero de Ondarroa que se guardó en la sacristía hasta las restauraciones del 2009. 
El pesquero en cuestión fue cañoneado (ametrallado pero no hundido) por guardacostas franceses hace unos treinta años y la maqueta fue traída por un responsable de la cofradía de pescadores de aquel puerto que tenia mucha relación con Uxue.
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Exvotos que hubo en Uxue hasta 1886.
El Padre Jacinto Clavería en su “Estudio histórico artístico de la Imagen, el Santuario y la villa de Santa María de Ujué" publicado en 1919 cuenta que, hasta pocos años antes de escribir esta obra, pendían de las paredes del santuario de Uxue buen número de exvotos que testificaban los favores alcanzados de la Virgen y que fueron retirados por orden de don Guillermo Lacunza, párroco de Ujué hasta 1886.

Según el padre Clavería en 1919 solo “quedaban dos cuadros en la sacristía que rememoraban dos favores especiales obtenidos por la mediación de Nuestra Señora de Ujué” sin especificar cuáles eran esos dos favores. Dichos cuadros desaparecieron más tarde, posiblemente en 1950.

Hasta hoy han llegado unas pocas estrofas de unos versos que recuerdan los exvotos que hasta que los retiró aquel párroco se podían ver en el interior de la iglesia:
Ya estamos en tu Capilla
Donde todo es realidad,
Es asombro y maravilla
Y como en casa de reyes
Se ostenta la majestad.
Esas paredes cuajadas
De ojos, manos, brazos, piernas
De blanca cera labradas
De tu piedad y poder
Serán  señales eternas
Esos cuadros respetables
Recuerdan a las edades
Aquellos tiempos gloriosos
En que fuiste visitada
Por reyes y potestades.
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Un exvoto muy conocido, y del que hablan todos los que escribieron sobre Uxue, es el que dicen que era del conde Gonzalo Gustioz, que habiéndose quedado ciego vino a Uxue de rodillas desde donde ahora está la Cruz del Saludo a más de un km y medio de la iglesia.
Se decía que esa estatua estuvo junto al altar mayor como exvoto, pues ese señor recuperó la vista. Hace unos años la estatua fue trasladada a Pamplona para su restauración.

Sobre la leyenda de esta presunta curación (porque leyenda es, sin ninguna base histórica que lo avale) ya escribí en este blog. Ver aquí.
Los versos que describían esta efigie eran los que siguen:

Este busto respetable
Que se mira junto al ara
Es el Conde Gustios Lara
A quien vuestra mano afable
Del estado lamentable
De ceguera en que se vio
Generosa le libró
Cuando con toda confianza
En Vos puso la esperanza
Y a vuestra casa llegó.
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Resultaría interesante saber cuantos eran, uno por uno, los exvotos expuestos en las paredes y verjas de la iglesia de Uxue. Y el motivo de que estuviesen puestos allí... 
Pero nada queda de aquello. Ni los exvotos ni mención escrita de cuántos eran y cuáles los favores por los que estuvieron expuestos.

Por otra parte, sí que nos ha llegado noticia de unos cuantos presuntos milagros ocurridos entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Paz de Ciganda fue testigo de uno de ellos el año 1929 y lo relató en la prensa. Ya mencioné tal suceso en este blog. Ver aquí.

El Padre Jacinto Clavería describió muchos "recientes milagros" en varias de sus publicaciones y en la novena que compuso en honor de Santa Maria de Uxue. 
Resultaría muy largo mencionar todos en este post. De momento, allá van unos botones de muestra:

OBSEQUIO AGRADECIDO.
Era un día de fiesta consagrado a la Santísima Virgen. Cierta madre de familia secundando los deseos de su piadoso corazón, quería recibir la comunión como un obsequio de María, pero ¿cómo dejar solo en la cuna al niño de 20 meses? 

Llamó al hijo mayor que tendría unos 6 años encargándole el cuidado de su hermanito y aunque no del todo tranquila fue a la iglesia.
Pero a los pocos momentos se alejó también de la cuna donde dormía la criaturita el hermano encargado de su cuidado para jugar con otros de su edad. 
Volvió este no mucho antes de regresar su madre y observando que el pequeño respiraba penosamente, le dijo a esta cuando regresó "Madre el chico llora y no hace ruido". 

Y ¡cuál sería su sentimiento al contemplarlo boca abajo, revuelto entre las sábanas, con el cuello retorcido, el rostro amoratado, sin respiración y todo bañado en sudor frío! 
Al punto invocó a la santísima Virgen de Ujué acudiendo a sus gemidos y llantos los vecinos y parientes: se presentó el médico llamado Don Manuel Aldaz, quien después de examinar al niño y levantar sus párpados hallando los ojos vidriosos, cristalizados, hizo un gesto revelador de que no había esperanza de que volviera el niño a la vida.
Transida de nuevo de dolor la madre se volvió esperanzada a la Madre de las misericordias exclamando: ¡Virgen de Ujué, que esto me ha pasado con el chico por ir a comulgar en honra vuestra, yo os lo ofrezco a Vos; y os prometo visitaros con el niño si me lo devolvéis! 

Decir esto y comenzar el niño a dar señales de vida fue casi una misma cosa: y el que hasta entonces parecía cárdeno y mustio lirio doblegado al soplo de la muerte, comenzó a respirar, recobró el color del nácar y rosa y sonrió a su madre que no sabía cómo agradecer tan singular favor.
Aún hoy estoy convencida de que fue un verdadero prodigio: lo mismo piensan y sienten quienes asistieron a aquella triste escena y el hijo es devotísimo de la Virgen de Ujué, un enamorado que está hablando de ella.
La madre y el niño cumplieron el voto.
La madre sigue invocando con fe vivísima en todas sus obras a la Virgen. El hijo entró religioso y tuvo la dicha de profesar el día 8 de septiembre, día consagrado a Nuestra Patrona. 
Relación hecha por el interesado, natural de Lerín al padre Jacinto Clavería Arangua.
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CURACIÓN MARAVILLOSA.
Sor Ildefonsa de Nuestra Señora de las Mercedes natural de San Martín de Unx, hoy religiosa del Monasterio de Benedictinas de Estella refiere el favor que le concedió la Virgen de Ujué en esta forma: "Cuando yo contaba de siete u ocho años fui aquejada de un tumor en el vientre el cual al principio procuré ocultar por estar en tal mal sitio, hasta que por fin los dolores, haciéndome traición, me declararon.
Grande fue el dolor de mi pobre madre cuando el médico le dijo que era cosa de mucho cuidado por ser el sitio muy delicado y no atreverse a pinchar por temor de interesar algún intestino.
De este mismo parecer fueron los tres facultativos a quienes consultó.
Entonces mi querida madre, llena de esa fe que es peculiar en nuestra tierra, prometió a la Santísima Virgen de Ujué que si me curaba sin falta de operación iría ella a visitarla con los pies descalzos y a mí me llevaría en compañía suya.
Y no se hizo sorda la que es salud de los enfermos, pues precisamente en el momento mismo de estar pasando la procesión que en honor a la Señora se hace todos los años de Tafalla, noté que los dolores cesaban y que el tumor se había disipado.
Nosotros, por nuestra parte, cumplimos con la promesa. Como de mi pueblo al Santuario de Ujué dista dos horas, volvió mi querida madre con los pies ensangrentados pero muy contenta".
Relación enviada por la favorecida al padre Jacinto Clavería el 19 de agosto de 1918.

UN BLASFEMO SE CONVIERTE Y RECOBRA EL HABLA QUE HABÍA PERDIDO.
No habrán pasado 50 años desde que uno de tantos favores de la Virgen de Ujué llenó de alegría y reconocimiento a todos los que tenían por devotos suyos. 
Un tal Tejería, natural de Pueyo, se significaba por blasfemo e irreligioso. Inútil era que todos le señalaran con el dedo, como tal, siendo despreciado por las personas honradas, de sentimientos delicados y nobles. 
Sin causa natural que lo justificara, de un día para otro quedó mudo el Tejería viendo todos en este caso un castigo del cielo.

Reconociéndolo así el pobre blasfemo y acordándose de la misericordia que con tantos de su pueblo había obrado María Santísima mediante su imagen de Ujué, se arrepintió primero de sus pecados y fue en peregrinación al Santuario.

Ya volvían de él y como de costumbre, antes de perderlo de vista, en el punto llamado de la Cruz, se despedían de la Virgen cantando el Regina Coeli: 
¡Cual sería la emoción de Tejería y de los demás peregrinos, cuando uniéndose aquel a sus compañeros empezó también a cantar el Regina Coeli por haber recobrado el habla! 
No quiso ya Tejería proseguir el camino hacia Pueyo: dirigióse de nuevo al Santuario reconocido por tan gran favor para dar gracias a la Virgen.
Relatado por don Lorenzo García, párroco de Pueyo.

AL CLAROR DE LA LUNA.
En el año 1848, la víspera del Corpus Christi, doña Juana Sola, natural de Gallipienzo y Don Román Anconegui su esposo, viajaban hacia Zaragoza y al llegar al término que llaman de la Bardena Blanca, una pandilla de forajidos les hizo alto, quienes después de robarles los doblones que llevaban para sus compras, desnudos los ataron a dos árboles: en aquel trance triste doña Juana invocó la protección de la Virgen de Ujué, las torres de cuyo templo divisaba en la lejanía iluminadas por la claridad del astro de la noche. 
Apenas salió de sus labios la ferviente súplica cuando se vió suelta de las ligaduras, sin saber cómo, y soltando a su esposo inmediatamente, continuaron el camino, quedando así libres de la vida y de aquella dolorosa afrenta. 
En agradecimiento hizo voto de visitar cada año a la Virgen de Ujué acompañada de su esposo y de muchos niños y niñas vestidas de angelitos, todos los cuales, después de entrar con mucha pompa en el santuario y oír una misa- solemne, pronunciaban algunas letrillas a la Virgen, compuestas expresamente para este acto. 
Desde entonces algunos peregrinos sobre todo los de Gallipienzo, suelen decir sus versos o arengas como algunos los llaman ante la Virgen.
Este texto narrativo está sacado de algunos papeles, que conservan los descendientes de Doña Juana Sola.

UN NIÑO QUE HABÍA QUEDADO MUDO RECUPERA EL HABLA
En el pueblecillo de Bezquiz (Navarra) todavía recuerdan en su templo el favor que la Virgen otorgó en Ujué a un niño con admiración de todos los concurrentes y alegría indescriptible de sus padres.

Por cierta enfermedad había quedado mudo y oyendo los continuos prodigios que se obraban en este Santuario por mediación de Santa María, sus padres se animaron a venir aquí trayendo al hijo, confiados de que en la presencia de esta imagen recobraría el habla. 
Y sucedió como lo esperaban. En misa solemne que se celebraba en honor de la Virgen con asistencia de muchos peregrinos, cabalmente en el momento de alzar el Sacerdote la Sagrada Hostia, el niño se volvió a su padre diciéndole: "Padre ya puedo hablar". 

La emoción, que este prodigio produjo en el padre del niño, solo puede explicarla las lágrimas que saltaron de sus ojos. Divulgó la grata noticia entre sus compañeros y parientes, para que le ayudaran a dar gracias a la Virgen, y su recuerdo aún se guarda hoy en la memoria de los más ancianos de Bezquiz (Valdorba) que lo refieren conmovidos a sus nietos entre las muchas historias de su pasada vida.
Relato tomado de don Victoriano Flamarique.
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Jimeno Jurío en el número 63 de la colección   de Temas de Cultura Popular dedicado a Ujué explica otro “milagro” que en nuestra infancia oímos contar:

EL DE AQUEL QUE  LE DISPARÓ A LA VIRGEN Y QUEDÓ DESANGRADO EN LA CRUZ DEL SALUDO.
Este relato nació del simple deseo popular de hallar una explicación a una mancha rojiza "como de sangre", que puede verse en una piedra del pavimento del mirador occidental, a pocos metros de la entrada.
Era ya entrada la noche. Un desconocido había llegado al atardecer al santuario, vagando por los claustros con la desesperación reflejada en el semblante. Arrimándose a uno de los ventanales posteriores de la iglesia, dando frente al altar de la Virgen, disparó contra ella el arma de fuego, "pero retrocediendo la bala hirió al criminal, que horrorizado, desangrado, huyó sin saber a dónde". 
Cuando los labriegos del lugar madrugaron para ir al campo, pudieron ver a los pies de la Cruz del Saludo, tendido a su sombra, el cadáver ensangrentado de un hombre.
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Jimeno Jurío, que fue maestro en el vecino pueblo de Lerga y luego coadjutor en Ujué, cuenta que según unos el que disparó fue un soldado francés que quiso reírse de la Virgen "cuando la francesada", pero que otros sostienen que se trataba de un vecino de Lerga que quiso alborotar a los feligreses de su pueblo mientras estaban dentro de la iglesia en su visita anual a Ujué.
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